Mariano José de Larra fue un influyente escritor y periodista español del Romanticismo, conocido por su crítica social y política. Publicó más de doscientos artículos bajo seudónimos. Sus ideas, influenciadas por la Ilustración, impactaron a la Generación del 98. En 1834 publicó la novela histórica El doncel de don Enrique el Doliente.
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Quién fue Mariano José de Larra
Mariano José de Larra y Sánchez de Castro (Madrid, 1809-1837) fue un destacado escritor, periodista y político español del Romanticismo. Conocido por su sátira y crítica social, publicó más de doscientos artículos bajo seudónimos como Fígaro y el Duende. Sus ideas, influidas por la Ilustración y figuras como José Cadalso, impactaron a la Generación del 98.
Su padre, Mariano de Larra y Langelot, fue un médico que sirvió en el ejército de José I Bonaparte durante la guerra de Independencia española. Debido a esto, la familia se exilió en Francia hasta 1818, cuando regresaron a España. Larra continuó sus estudios en Madrid y otras ciudades, incluyendo Valladolid. En 1827, ingresó en los Voluntarios Realistas, un cuerpo paramilitar absolutista, mientras comenzaba su carrera literaria y periodística.
En 1828, con 19 años, Larra publicó El duende satírico del día, una serie de folletos críticos sobre la sociedad y política de su tiempo. Aunque no se oponía abiertamente al absolutismo, usaba la sátira para señalar problemas sociales. Formó parte del círculo literario El Parnasillo, donde se relacionó con figuras como Ventura de la Vega y Bretón de los Herreros. En 1829, se casó con Josefa Wetoret Velasco, con quien tuvo tres hijos, el matrimonio fue infeliz y terminó en separación.
Durante 1830, Larra tradujo obras francesas y comenzó a escribir las suyas propias, estrenando la comedia costumbrista No más mostrador en 1831. Ese año conoce a Dolores Armijo, una mujer casada con quien inicia una relación mientras ambos están casados. En 1832, Larra retomó el periodismo con El Pobrecito Hablador, donde defendió los ideales ilustrados. En 1833, comenzó a colaborar con La Revista Española, usando el seudónimo Fígaro para publicar artículos costumbristas y críticos, como Vuelva usted mañana y El castellano viejo.
En 1834, publicó la novela histórica El doncel de don Enrique el Doliente, cuyo argumento refleja su relación con Dolores Armijo. Ese mismo año, su relación con ella terminó, y se separó definitivamente de su esposa. En 1835, viajó a Lisboa, Londres y París, donde conoció a Victor Hugo y Alejandro Dumas. De regreso en Madrid, trabajó para el periódico El Español, enfocándose en la política y apoyando inicialmente al gobierno de Mendizábal, aunque luego lo criticó por perjudicar a los más necesitados. Su pesimismo sobre la situación política se plasmó en artículos como El día de difuntos de 1836.
El 13 de febrero de 1837, tras una visita de Dolores Armijo que confirmó la imposibilidad de reanudar su relación, Larra decidió quitarse la vida. Su entierro fue costeado por la Juventud Literaria y José Zorrilla leyó un emotivo poema en su honor. Actualmente, los restos de Larra descansan en el Panteón de Hombres Ilustres en Madrid.
Frases de Mariano José de Larra
El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer.
La costumbre es la tiranía a la que nos sometemos por comodidad.
Y el gran lazo que sostiene a la sociedad es, por una incomprensible contradicción, aquello mismo que parecería destinado a disolverla; es decir, el egoísmo.
La modestia no es otra cosa que el orgullo vestido de máscara.
El talento no ha de servir para saberlo y decirlo todo, sino para saber lo que se ha de decir de lo que se sabe.
La verdad es como el agua filtrada, que no llega a los labios sino a través del cieno.
Los amores más duraderos son aquellos en que uno de los dos amantes es extraordinariamente celoso.
Preciso es que sean muy malos los hombres si obligan a pensar tan mal de ellos.
Hay algunos hombres que no dicen lo que piensan y otros que piensan demasiado lo que dicen.
Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.
El amor propio ofendido es el más seguro antídoto del amor.
Bienaventurados los que no hablan porque ellos se entienden.
Hay cosas que no tienen remedio, y son las más.
El pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas.