Ludwig van Beethoven nació en 1770 en Bonn. Su padre le enseñó música desde joven, aunque de manera severa. Beethoven debutó a los siete años y publicó su primera composición a los once. Viajó a Viena, donde estudió con Haydn y Salieri. A pesar de la sordera que comenzó en 1801, siguió componiendo.
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Quién fue Ludwig van Beethoven
En 1733, su abuelo se trasladó a Bonn, donde dirigió la orquesta del príncipe elector de Colonia. Ese mismo año se casó con Maria Josepha Ball. Tuvieron tres hijos, pero solo uno sobrevivió, convirtiéndose en el padre de Beethoven, Johann, un músico y tenor en la corte electoral.
Johann contrajo matrimonio en 1767 con Maria Magdalena Keverich, una joven viuda. Su segundo hijo, Ludwig van Beethoven, nació el 16 de diciembre de 1770. El padre de Beethoven, inspirado por el prodigio de Mozart, comenzó a enseñarle música desde muy joven. Sin embargo, Johann forzaba a Ludwig a tocar en público a altas horas, afectando su vida escolar y social.
A los siete años, Beethoven dio su primer concierto público en Colonia. Posteriormente, recibió clases de otros profesores, bajo la tutela de Christian Gottlob Neefe. En 1782, a los once años, Beethoven publicó su primera composición y, el siguiente año, fue contratado como intérprete de viola en la orquesta de la corte por recomendación de Neefe.
En 1787, Beethoven escapó de la presión familiar y viajó a Viena, apoyado por el conde Ferdinand von Waldstein. Allí tuvo un breve encuentro con Mozart. Sin embargo, la enfermedad de su madre lo obligó a regresar a Bonn. Tras su muerte, su padre se sumió en la depresión y fue encarcelado, dejando a Ludwig como responsable de sus hermanos. Durante cinco años, Beethoven se mantuvo tocando el violín y dando clases de piano.
En 1792, volvió a Viena financiado por el príncipe elector de Bonn. Allí estudió con destacados maestros como Haydn y Salieri. Participó en duelos musicales y en 1795 realizó su primer concierto público en Viena. A pesar de su carácter fuerte, la aristocracia vienesa se convirtió en su mecenas. Publicó varias obras importantes y su música fue bien recibida, aunque sus relaciones con la nobleza eran a menudo tensas.
Beethoven comenzó a sufrir sordera en 1801, una condición que le causó gran desesperación. A pesar de esto, continuó componiendo prolíficamente. En 1812, Beethoven se trasladó a Teplitz, donde escribió la famosa carta a su Amada inmortal. Su obra La victoria de Wellington le trajo reconocimiento y recursos económicos, pero él mismo la despreciaba.
Beethoven dedicó gran parte de su tiempo entre 1815 y 1820 a una batalla legal por la custodia de su sobrino Karl. La Novena sinfonía, comenzada en 1816 y completada en 1823, fue uno de sus mayores éxitos.
Sus últimos años estuvieron marcados por la enfermedad y el aislamiento, comunicándose con sus amigos a través de cuadernos de conversación. Murió el 26 de marzo de 1827.
Frases de Ludwig van Beethoven
¡Resignación! ¡Qué triste palabra! Y, sin embargo, es el único refugio que queda.
Hacer felices a otros hombres: no hay nada mejor ni más bello.
Que la amistad, junto con el bien, crezcan como la sombra de la noche hasta que se apague el sol de la vida.
La arquitectura es una música de piedras y la música, una arquitectura de sonidos.
La música debe hacer saltar fuego en el corazón del hombre, y lágrimas de los ojos de la mujer.
El pecho está lleno de muchas cosas para decirte. Hay momentos en que me parece que el idioma no es nada.
Recomendad a vuestros hijos que sean virtuosos, sólo la virtud puede traer la felicidad, no el dinero.
Con hombres que no creen en mí, no puedo ni quiero asociarme.
Sólo el pedernal del espíritu humano puede arrancar fuego de la música.
La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía.
Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo.
Lo único que he escuchado bien los últimos años, son los pasos de la muerte.
Todo el que obra recta y noblemente puede, por ello mismo, sobrellevar el infortunio.
El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación.
Es hombre innoble el que no sabe morir. Yo le he sabido desde los quince años.
No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido.
Todavía no se han levantado las barreras que digan al genio: De aquí no pasarás.
Un gran poeta es la joya más preciosa de una nación.
Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará.
Haz lo necesario para lograr tu más ardiente deseo, y acabarás lográndolo.
El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.