Cuando llueve una parte del agua se filtra por suelos permeables, pero cuando encuentra una capa impermeable se detiene y forma un depósito de agua en el subsuelo.
Para aprovechar esta agua, se debe cavar para poder extraerla, la cantidad de agua es variable en función de la cantidad de agua de lluvia que cae y la capacidad de esta para filtrarse por capas permeables o fisuras.
En ocasiones, las capas que rodean el depósito de agua hacen que esta salga, por efecto de la presión, a la superficie después de haber cavado.
Es, entonces, el agua de lluvia la que alimenta los mantos acuíferos y, por lo tanto, los pozos. Actualmente, algunos depósitos de agua han sido sobreexplotados y se han ideado los jardines infiltrantes como un sistema que facilita la absorción del agua pluvial al subsuelo.