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Quién fue San Agustín, frases, biografía corta

San Agustín, nacido el 13 de noviembre de 354 en Tagaste (actual Suq Ahras, Argelia), fue un filósofo y teólogo influyente del Imperio romano. Hijo de Mónica, futura santa. A los 19 años, la lectura de Cicerón despertó su interés por la filosofía. Tras una búsqueda espiritual, se convirtió al cristianismo en Milán en 387, influido por el obispo Ambrosio. Fue ordenado sacerdote en 391 y obispo en 395. Murió el 28 de agosto de 430 en Hipona.

Índice

Quién fue San Agustín

San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, una antigua ciudad en el norte de África, actualmente conocida como Suq Ahras en Argelia, situada en la región de Numidia del Imperio romano.

Su madre, Mónica, futura santa, es venerada por la Iglesia como un ejemplo de piedad y abnegación cristiana, dedicándose siempre al bienestar de su familia. Mónica inculcó en Agustín los principios del cristianismo y, al ver que se apartaba de ellos, se entregó a la oración. Años más tarde, Agustín se referiría a sí mismo como el hijo de las lágrimas de su madre.

Agustín comenzó su educación en Tagaste y luego fue enviado a Madaura para estudiar gramática. Aunque destacó en letras, en sus Confesiones admite que no era un buen estudiante. Sin embargo, tenía un gran interés por la literatura, especialmente la clásica griega. Durante su estancia en Cartago, desarrolló una pasión por el teatro, pero nunca abandonó sus estudios de filosofía.

A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en Agustín un profundo interés por la filosofía. Durante esta época, tuvo una relación estable de catorce años con una mujer, con quien tuvo un hijo, Adeodato. Su búsqueda de respuestas filosóficas lo llevó a cambiar de escuela filosófica varias veces, hasta que abrazó el maniqueísmo, pero también la abandonó, considerándola simplista y pasiva frente al mal.

En 383, decidió mudarse a Roma. En Roma, enfermó gravemente pero se recuperó. En Milán, Agustín asistía como catecúmeno a las celebraciones del obispo Ambrosio, quien le presentó los escritos de Plotino y las epístolas de Pablo de Tarso, lo que influyó decisivamente en su conversión. Esta noticia llenó de alegría a su madre, quien viajó a Italia para estar con él y le buscó un matrimonio adecuado. Sin embargo, Agustín optó por una vida ascética.

La lectura de las epístolas de Pablo y la orientación de Ambrosio lo llevaron a bautizarse en Milán en 387, a los treinta y tres años. Su madre falleció en Ostia, antes de regresar a África. poco después, vendió sus bienes y distribuyó el dinero entre los pobres, retirándose a una vida monacal, lo que que inspiró su famosa Regla.

En 391, fue a Hipona buscando candidatos para la vida monástica y, durante una celebración, fue elegido sacerdote por la comunidad. Aunque se resistió, aceptó. En 395, fue consagrado obispo, transformando su residencia episcopal en un monasterio de clérigos. Como obispo, Agustín tuvo una actividad prolífica: predicó, escribió, presidió concilios y resolvió diversas disputas. Se enfrentó a numerosas herejías y participó en los concilios de Hipona y Cartago, contribuyendo a sancionar el Canon bíblico.

Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430, durante el sitio de la ciudad por los vándalos. Su cuerpo fue trasladado a Cerdeña y, luego, a Pavía, donde reposa en la basílica de San Pietro in Ciel d’Oro.

Las obras de San Agustín lo colocan, junto con Ambrosio de Milán, Gregorio Magno y Jerónimo de Estridón, como uno de los cuatro Padres de la Iglesia.

En su doctrina estableció que:

  • Para creer hay que comprender y que para comprender hay que creer.
  • La certeza se encuentra en la interioridad.
  • Dios se encuentra en lo más íntimo de cada uno.
  • La completa abstinencia es más fácil de lograr que la moderación.
  • El maniqueísmo, el donatismo, el pelagianismo y el arrianismo son herejías.
  • El mal no es una realidad, más bien es una ausencia de bien.
  • Los seres humanos son racionales y tienen la posibilidad de elegir entre el bien y el mal.
  • Quien posee superficialidades, posee los bienes de otros.

Frases de San Agustín

Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado.

Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.

Hacerse el loco una vez al año, es cosa tolerable.

Así como la constancia no deja que el hombre se pervierta, la pertinacia no permite que se corrija.

Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.

Dios es paciente, porque es eterno.

Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.

Fe es creer en lo que no se ve; y la recompensa es ver lo que uno cree.

Ama y haz lo que quieras, Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos.

Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.

No se accede a la verdad sino a través del amor.

Para llegar al conocimiento de la verdad hay muchos caminos: el primero es la humildad, el segundo es la humildad y el tercero, la humildad.

La sabiduría no es otra cosa que la medida del espíritu, es decir, la que nivela el espíritu para que no se extralimite ni se estreche.

No vayas mirando fuera de ti, entra en ti mismo, porque la verdad habita en el interior del hombre.

Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean.

La misma debilidad de Dios procede de su omnipotencia.

Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.

Cuando el respeto a la verdad se pasa por alto incluso cuando sólo se relaja, todo será motivo de duda.

No todos los hombres malos pueden llegar a ser buenos, pero no hay ningún hombre bueno que no haya sido malo alguna vez.

Cuando estés en Roma, compórtate como los romanos.

Errar es humano; perseverar el error es diabólico.

Si dudo, si me alucino, vivo. Si me engaño existo. ¿Cómo engañarme al afirmar que existo, si tengo que existir para engañarme?

La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.

La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre.

El placer de vivir sin pena bien vale la pena de vivir sin placer.

Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan.

No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.

En donde no hay caridad no puede haber justicia.

El pasado ya no es y el futuro no es todavía.

El hábito, si no se resiste, al poco tiempo se vuelve una necesidad.

Aquél que no es celoso no está enamorado.

Las desgracias son las lágrimas del alma.

No hay riqueza más peligrosa que una pobreza presuntuosa.

Tema el alma su propia muerte y no la del cuerpo.

El mundo no fue hecho en el tiempo, sino con el tiempo.

La ley ha sido dada para que se implore la gracia; la gracia ha sido dada para que se observe la ley.

Las lágrimas son la sangre del alma.

Es exigencia de nuestra mente una cierta quietud. Dios se deja ver en la soledad interior.

No hay vicio que sea tan contrario a la Naturaleza que oscurezca toda huella de ésta.

De la alimentación con carne dependen los demás vicios.

Conviene matar el error, pero salvar a los que van errados.

La ignorancia es madre de la admiración.

Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva… ¡Tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera…, y por fuera te buscaba.

La virtud simulada es una impiedad duplicada: a la malicia une la falsedad.

Mi amor es mi peso; por él voy dondequiera que voy.

No hubo tiempo alguno en que no hubiese tiempo.

Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no existe.

Existirá la verdad aunque el mundo perezca.

La religión une a los hombres en Dios.

Nadie que obra contra su voluntad obra bien, aun siendo bueno lo que hace.

Dios no encuentra sitio en nosotros para derramar Su amor, porque estamos llenos de nosotros mismos.

Si andas enredado en pleitos, no es posible que tengas un corazón sosegado ni tranquilidad de ánimo; tus pensamientos serán tu verdugo interior.

Se aferran a su parecer, no por verdadero sino por suyo.

La medida del amor es amar sin medida.

Fuerte como la muerte es el amor.

Conócete, acéptate, supérate.

El orgullo es la fuente de todas las enfermedades, porque es la fuente de todos los vicios.

El número de locos es tan grande, que la prudencia se ve obligada a ponerse bajo su protección.

Una vez al año es lícito hacer locuras.

En la caridad el pobre es rico, sin caridad todo rico es pobre.

El alma desordenada lleva en su culpa la pena.

De lo que hayas amado, sólo cenizas quedarán.

Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia.

En el jardín de la Iglesia se cultivan: Las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas.

En el Cielo dicen Aleluya, porque en la Tierra han dicho Amén.

El hombre no reza para dar a Dios una orientación, sino para orientarse debidamente a sí mismo.

Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros.

Creo para comprender, y comprendo para creer mejor.

En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad.

Ante todo debéis guardaros de las sospechas, porque éste es el veneno de la amistad.

Casarse está bien. No casarse está mejor.

Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo.

El bueno será siempre libre aunque sea esclavo; el malo, será esclavo aunque sea rey.

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Cómo citar

García, Sergio. (24 diciembre 2015). Quién fue San Agustín, frases, biografía corta. Celeberrima.com. Última actualización el 19 mayo 2024.

Sobre al autor:

Sergio García es ingeniero industrial, maestro en planeación y doctor en ingeniería. Ha trabajado en logística, como consultor y profesor universitario.